Cuervos

Cuervos, cuervos negros como la peste
aletean incesantes en derredor,
aletean y te saben caído,
cuervos grandes, cúmulos,
atisban tu mirada yerma
en su voraz vuelo en picado,
incapaz de distinguir una brizna
de misericordia en esos ojos,
ojos que condenan almas, la tuya,
ojos que ven pasado y futuro,
el que olvidas, el que temes,
ojos que te auguran, ojos negros,
tiemblas en la sombra de los cuervos
que se afanan por ocultar la vida,
cuervos que te preñan, bastardos,
de la semilla airada en el placer,
del agrio sabor del desprecio,
la desconsideración de las muecas,
cuervos y ojos, unos vociferan,
los otros callan pero los escuchas,
voces de cuervos te sobregritan
exterminando fe y creencia,
te sangran los ojos de los cuervos
en las cuencas desiertas, arrasadas,
cuervos con tus propios ojos,
tus ojos negros que te miran sin verte,
tus cuervos negros que ya ni te miran.

Te gusta

Las calles te caminan desiertas
mientras evitas el tránsito de las miradas
esbozando sonrisas nonatas.
El hálito de los deseos que perecen
en los pasos, distantes, inciertos,
te acompañan imprevistos y errantes
solicitando la calma de un sótano oscuro
donde renacer, año tras año,
ahora ya lejos del cálido útero
en el pavimento frío y húmedo
azotado por viento y agua.
Percibes los inconvenientes de sentir
cuando los gestos te desuellan
a cada paso, a cada exposición,
como una amalgama de grises fundidos
que eres incapaz de apreciar, de tan oscuros.
Te abandonas confuso en las palabras
cuando tan sólo deseas algo de claridad
que te permita continuar, otra zancada,
sin que te atormente la hierba pisada,
los caminos visitados, las caídas,
y encuentras mapas inútiles y vacíos
incapaces de mantener el ritmo
frenético, desbocado, de tu mente
que sigue, recorre laberintos sin salida
mientras la poca luz te invade
extinta como tú mismo, a traspiés
y ya no esperas entender, ni aceptar
tan sólo no parar, caminar
mientras sientes aún el viento frío
que te despierta, que te gusta
cuando lo demás ya no.

Me marea

Me marea la mar que no huele,
la mar sin rocas, sin sal,
la de las olas que retornan
a hundir mis pies en la arena,
la del murmullo imperceptible,
la invisible de agua clara.
Me enamora la mar que grita
la que fragmenta las piedras
y las lleva a lomos de su espuma,
la amiga del viento, la terrible,
la que me revuelve y ahoga.
Pero esa mar no se deja amar,
es fría, no me conoce ni quiere,
desdeña mis sentimientos,
es orgullosa y profunda,
fatiga mi amante mirada
envuelta en harapos de mi piel,
en cada ola me expulsa
lacerando mis exhaustos miembros
y me destierra de su lado.
Dile a esa mar que no me olvide,
dile que la buscaré entre la arena
de la mar que me besa.

Ojos sin boca

Andas, andas y miras,
agitas tus pies, ríes,
en tanto que andas sin pies
ríes sin andar, ni te ves.
Distanciado, cauto, olvidado,
la marea de cuerpos sin boca
mira, mira y no te habla, anda.
Ojos en que te confías, solo ojos,
pasan mientras pasan los tuyos,
aprisa, aprisa.
Atropellados tus miedos,
apresurados tus deseos,
tapiada tu voz en el silencio
de la garganta que llora con tus pasos.
Miras, miras y buscas
bocas que oír, risas que ver,
ojos que confiar, detenidos,
sin prisa, sin espanto.
Forma entre formas,
breves, ansiosas, veloces,
gritas, embozas en tu miedo
la fascinación por esos ojos
que ríen, sólo para ti.

Pandemia, del griego πανδημία, de παν, pan, ‘todo’, y δήμος, demos, ‘pueblo’, expresión que significa ‘reunión de todo un pueblo’

Paso angosto

El paso angosto a la subida de los escalones, ahí donde las ramas tienden su sombra más allá de lo políticamente correcto y necesitan un toque de atención de tanto en tanto para recordarles que no deben, aunque podrían, conquistar nuevas tierras.
Ese paso, donde es imposible evitar el sondeo de los cuerpos que alcanzan la cima mientras te acercas, inverso, a contrapié, justo a esa cumbre, a ese paso que te obliga a enfrentar el acercamiento involuntario y la mirada osada, pertinente pero cautelosa.
En ese paso encuentras el instante en que te aborda otra mirada, otros ojos, otra vida, en un breve y preciso instante, esos ojos te reconocen, saben de ti con solo reflejarse en los tuyos, no son extraños, son audaces, indiscriminadamente perversos y quizá obscenos, una mirada que despierta sentimientos adormilados o que creías vencidos en ti, arrinconados y a veces infravalorados pero ahora, ahora son sentimientos vivos, plenos, rotundos.

Dos segundos nada más,
el instante sin curvas, sin pasos,
donde los demás no miran,
y tus ojos perdidos en los míos,
dos segundos sobraron
para que me vieras, visto y vivo,
dos segundos me bastaron para saberte,
desnudarte despacio, sabiendo
de tus puede y tus no sé,
saber de tus ojalá y tus por qué,
dos segundos, dos vidas,
juntas en una mirada
sin prisa al atardecer.

En ese paso encuentras un suspiro en tu piel ajada, un deseo innato de vida, de dulce misericordia en la que refugiarte, de perdón en el que mecerte, de vida y de futuro.
El paso angosto en que se cruzan vida y deseo, sin siquiera conocer ni reconocerte pero juguetones, incautos, vivos.

Pasatiempo

Tolerancia Verdad Miramiento Rencor Consideración Empatía Rechazo Amor Abrazo Afecto Lejanía Sentimiento Olvido Palabra Sonrisa Respeto Desdén Encuentro Censura Resentimiento Amargura Dejadez Deferencia Agobio Intolerancia Mirada Compañía Varapalo Soledad Persistencia Hecho Experiencia Acuerdo Cariño Impaciencia Simpatía Cercanía Mentira Paciencia Candidez Inexperiencia Pasión Celos Deseo Atracción Dulzura Caricia Beso Despedida

Gorrión

Entregué lo poco
que de mi valía la pena,
me sumergí en las olas
que batían mis serenas calas ,
dejé las prendas de mi razón
abandonadas en el muro de las verdades.
Recogí mi último silencio
refugio de mi poca andanza
y me entretuve en aceptar
cada golpe, cada censura.
Rota mi imaginación
rotas mis dudas, mis anhelos,
rotos los deseos que quizá tuve,
añoro, furtivo de besos, la alegría
que embriagaba mi risa,
la nobleza de actos sin voz
y la ausencia de vanidad
en pretender acallar
las sensualidades del ayer.
No hube caminado lo suficiente
para entender y entenderme,
no pretendo guiar mis pasos
donde las aguas son turbias
y los remolinos constantes.
El gorrión de mis mañanas
me abandonó en la tristeza
de hallarse desamparado, ahora
rehuye las migas que le doy
pero sabe que no abandono
los lugares en los que me visita
y se dejará amar, confiado,
en la mano amante que le tiendo.

Profundo

Si no puedes sentir la roca
en tus pies desnudos, dolidos,
la mar no te amará,
si no te hieren las manos
los guijarros amontonados,
la mar no te entenderá
si no te quema el sol y la sal,
si no te ahogas en las olas,
si no te salpica cada amanecer
como el último que vivirás
la mar no te lo perdonará
y se lo dirá al viento
que te azote,
a la lluvia, la fina que cala
y a la gruesa, que te ahogue,
se lo dirá a lo profundo
que no dejará ya que te ocultes,
la mar, la mar no te lo perdonará.

Déjate

Déjate llevar, déjate arropar, déjate mimar,
que te cieguen la vista con arrullos,
que te amarren las manos con caricias,
que te aprisionen con abrazos,
que sequen tu boca a besos
y ensordezcan tus oídos con halagos
y que te importe, que lo sientas,
que respires lo que nunca,
el viento en que se mece la risa,
la brisa en que te encuentran unos ojos,
las tardes calmadas en que te hablan,
los segundos, tan cortos, en que vives
y arropa, mima, mira, acaricia, besa
y ama.


Paseo

Pasos en el paseo, pausados,
recibiendo a la tarde, ya venida,
languidecen contigo las ausencias
en el rito, en la costumbre, en el viento,
la luz acompasa el ritmo, y la sombra
extiende alejada tu presencia,
huye de ti, cautiva sin criterio,
temerosa de tus pisadas,
solidaria con los guijarros, graves
que atruenan el sendero.
Los recovecos en las miradas,
las voces en las rocas,
observan, piensan, caminan
a tu paso, a otro paso, a su paso
y desdibujan en ti las sombras
de las nubes custodias
alentadas por brisas lisonjeras
que trastabillaban tu huella,
imperfecta pero no infame,
y te conducen de vuelta,
renacido en la diáfana claridad
ya sin sombra,
jugando con la tarde crecida
que aún palpita en el camino.