Acaricié las nubes con mis uñas,
rasgué algodones blancos,
pensando que eran cielos grises
no llegué a ver los amaneceres
en mis manos mojadas,
los días que nunca llovían
me empeñé en sacar las botas
para no encharcar mis pies.
Sin apenas una gota caída,
sin apenas una risa escondida,
me revuelvo en las mañanas
que ahora pasan plomizas
buscando aguaceros perdidos.
Equivoqué todas las palomas,
y los nortes y las camas,
equivoqué todas las tardes
y el regazo en que dormía.
Por no encontrar olas perdí mares
y confundí meandros con islas,
donde perderme, escondido,
a vueltas de las tormentas perdidas
a gritos de las lluvias infinitas
donde no me alcanza la vida,
que perdí sin entender
mientras pasaba de largo
al atardecer de tu sonrisa,
en el olvido de tu boca,
en la fiesta de tus brazos,
mientras me pasaba la vida
incauto y perdido, chiflado,
soñando con la felicidad.
Ella se durmió en la orilla. Tú, en la cumbre de una rama. (Rafael Alberti)