Chispa

Furtivamente emergió en la mirada una chispa y en la chispa el reflejo del incendio en el que se consumía, la inmediata necesidad de ahondar en esa pupila y descubrir los misterios que albergaba; más allá de esos tonos pardos presentía que se ocultaba un ser frenéticamente dispuesto, alocadamente vivo y mordazmente sensual.
Reposó la mirada en la suya y advirtió la respuesta, un destello, el brillo que desencadena la insaciable curiosidad de conocer, de adentrarse en sus tiempos, en su aleteo; asaltar todos y cada uno de los recovecos en que yacen la voluntad y la atracción, secuestrar al vuelo sus temores y sus recelos para abordar con intrépida osadía el centro de su pasión.
Envolvió con ternura sus labios y el beso, menos imprevisto que anhelado, se encargó de someter la apenas reconocida resistencia que el pudor solicitaba.
Las bocas entreabiertas sellaron el instante, las manos, galoparon descontroladas entre los cuerpos, buscándose frenéticamente.
Uniendo cuerpos, calibrando la distancia inexistente como impropia, cercanos hasta la intimidad; cuerpos que provocan y reaccionan, cuerpos que en el abrazo reciben y en el beso ejecutan, manos que osadas no pierden un instante de reconocer la piel próxima, y subrayan el contacto con la caricia.
En los hombros, demandando aún mayor encuentro, en la espalda, reteniendo para cumplimentar lo que las lenguas desean y alegres interpretan, sin piedad, donde las bocas no bastan para expresarse y la mirada ya es un mero espectador.
Cuerpos que se contraen, arquean y expanden toda la pasión, retenida donde emergió la chispa, se conciben plenos en derecho y en intención, no alardean, no vacilan. Cuerpos que antes de desvestirse ya estaban desnudos, y ahora se contemplan, firmes donde el sentido impera y amantes donde suplicar, reclamar, exigir y conquistar.
Manos que en la tibieza de la piel demandan su relación, la comunicación de las apetencias que ocultan. Ahora el deseo de proferir gemidos, al unísono, sin poder silenciarse; al instante, la imperiosa necesidad de hallar el volumen de todas y cada una de las células en que los cuerpos moran, luego, retenerlas, sentirlas firmes y conmovidas en su propio cuerpo, manos, brazos, torsos que se debaten entre la prisa y la emoción.
Frente a frente, intensos, quebrados el pudor y el silencio, olvidada la cortesía, la duda, transformados en amantes que aman y se sienten, en el recíproco deseo, en el encuentro de la sustancia y la forma, figuras que se palpan, se reconocen, se buscan y hallan todos los motivos en los que perder la urbanidad y el decoro, simples en su choque, curiosos en su coincidencia y osados en su descubrimiento.
Ocultas en el vaivén de las figuras, compenetradas en la materia y la excitación se yerguen las voluntades insumisas y pretenden la total atención, la rendición de las almas a la abundancia del placer y el deseo.
Ya son piernas que envuelven, manos que retienen, troncos que oscilan, dedos que toman para poseer; ojos que se adueñan de voluntades y solicitan, exigen la mayor de las complicidades, el íntimo encuentro en que perder toda compostura y someterse al goce y la libertad de sentir.
Y en ello evaden su propia naturaleza, la quietud que envuelve al lenguaje y las palabras, para rendirse al dictamen de la pasión y los caprichos de la lujuria; dejan de pertenecerse para ser, ser y amar, simples y en silencio.