De tan lejos, tan cerca

Entreacto entre dos seres, absortos en la vida de las razones, perdidos en las sensaciones, agotados en el encuentro disperso de las redes.

Apenas unos segundos al final del camino bastaron para regalarse sentimientos, la fría piedra, la mañana soleada, el invento de los horarios incorrectos, los rostros ocultos, los ojos presentes, la incertidumbre, la sorpresa y dos almas, la una temblorosa, la otra incrédula, la una perdida, la otra escondida.

En el roce, imperceptible en su esencia, se encontraron deseos y sentidos, en lo similar abstraídos, en lo diferente, plenos y entregados, gloriosos en la consecución, en el impetuoso vaivén de las formas en que se hallaron. 

Unos pasos, una orilla en el empedrado entretejido en los traspiés de la comunicación, en las losas del paseo, y él se rindió a la evidencia, se entregó exhausto ante la inmensidad de las aguas que se le ofrecían, hilvanador de huecos entre las palabras ahora enmudeció a contratiempo, en el éxtasis de las olas, en el murmullo de las rocas.

Ella dibujó presentes y pretéritos, tiempos sin verbo y palabras sin miedo, en la firme osadía de una sonrisa, pluscuamperfecta conjunción de músculos que se alían sin temor, en los rostros que hablan sin articular voces, en el silencio de las miradas.

Entreabrieron las bocas, antes que los ojos, murmuraron deseos en la penumbra ante miles de pálidas estrellas, desearon, impulsaron, compartieron inequívocos instantes, la conjunción de un lapso tan breve como infinito en el que toda la tabla periódica entonó a capella ritmos suaves en lo frenético, vaivenes de azufre y sodio, en los que bailaban palabras y risas, hurtos a media voz del pasado y del presente, de la noche y la calma, la paz de los sentidos y el latido del presente; caminaron silenciados entre la brisa y compartieron la noche, infinita en su lejanía.

Respondieron a sus propias incertidumbres con el temor de la estrenada conciencia de verse, de los aleteos incansables de generadores de tormentas, miríadas de frágiles alas transparentes que se revuelven entre el abismo y la piel que los excita, apenas se rozan, apenas se escuchan en el silencio mientras pugnan mil miradas por encontrarse, por entenderse, dispersas en su origen, profundamente cercanas en su realidad y depositan en su noche, en su encuentro, la esperanza y la ilusión de derrotar sus perturbadas querencias, sus alocados deseos y fundirse, alma con alma, boca con boca, vida con vida, en el galope de las voces y los mares, en el sonido de las olas que se quiebran en sus manos, en la quietud de las calladas miradas que se profesan, tan cercanas, tan sencillas.