Te alborotas por una nimiedad,
te estremeces y te giras
por tonos y atontado,
perseguido en tu desazón
y te ausentas de nuevo.
Te resignas al silencio,
al deseo inconcluso,
a la evocación de una palabra.
Es tu propia voz la que recita
y te sorprendes escuchandote.
No percibes el eco, aún lejano
y perdido en la respuesta,
quizá olvidado, siempre relegado,
y amontonas fugaces querencias
que no te definen pero acompañan,
se muestran vivas, interesadas
y estoicamente admiradoras,
sabes que no te resuelven y
en su efímera compañía
sientes el transcurso,
la corriente que te empuja
en busca de un mar que
no retenga las palabras.
Alardeas de conocer almas
y sentimientos, pero no reconoces
la esencia que los envuelve,
sus escollos, las rendijas
por las que transpira el aliento
y la absoluta temeridad
de suponer la misma certeza
a los caminos que se enfrentan,
a las vidas que se sienten
y no se encuentran,
creando vacíos y muros
donde reflejar el eco
que sigues sin poder escuchar.
But my words, like silent raindrops fell
And echoed in the wells, of silence (Paul Simon)