Justo ese había sido su sitio durante tantas noches, noches en las que encomendaba su alma y su suerte al regusto amargo de una cerveza mal escanciada, al abrigo de las miradas inquietas que no comprenden que el páramo no es yermo mientras broten sueños y palabras, palabras silenciadas por el incansable borboteo de los ritmos, las voces y el ruido en que se aísla.
De vez en cuando una mirada, quizá no buscada si no simplemente hallada, mirada que se encuentra, penetrante, algo distante pero notoria, detrás de aquella mirada se siente cuestionado, incluso interrogado.
La furtividad de un instante en el que adormecer algún impulso, callado por no molestar, en el temor inconfundible de no ser objeto de más aspiraciones.
Halagado en una sonrisa, confuso en la persistencia y absorto en la duda, no le queda más que la osadía de pretender imaginar y en ello invierte interminables segundos, a propósito de lo que pudieran ser, en sus más que perfectos paraísos.
Triste tipo que finge vivir con la duda de las manos en la barra, no pide ni reclama, siente que sorbe, a borbotones la vida que le rehuye, marchitas las cuencas ensangrentadas del olvido, no respira por no hallarse, no alienta por no quebrar, ni escucha.
Permanece anclado a su frágil escaparate de existencia, mano con mano, nudo de dedos anudados que deshace mientras bebe, a tragos la vida.
Le impulsa la absoluta indiferencia de la cotidianidad, el desencanto de los días que se marchitan en su lento peregrinar por las biografías de su alma y cuerpo, tan distantes y desconocidas entre sí.
Sabe y reconoce que no es un mero propósito vital, que se consume en la espera solitaria del deseo inconcluso, pero no por ello se abandona a la terrible desidia de no rebelarse a la costumbre y solicita, requiere, demanda, la atención de su propia honestidad para entablar la huida en cuanto su suerte despierte, malditas noches en vela sin difuntos que honrar.
Y celebra el amanecer, epifanía de su propia descreencia, cuando la luz arremete en sus cansadas pupilas en busca de un hálito de esperanza, rechazando verter tiempos descuidados en las sombras que ya le abandonan, en pos de nuevas y fantásticas sensaciones con las que construir destinos desconocidos.