La rosca del olvido y el desgarro,
un sinfín que gira en tus intestinos
agotando tu respiración,
un abrupto despeñadero en el que tu imaginación
se pervierte antes de la caída,
zozobras y buscas,
te aferras y pierdes pie,
sientes que tus manos resbalan en la pared rocosa,
que los salientes arañan tu rostro sin piedad
y gritas,
gritas sin misericordia,
al viento y a la razón perdida,
al tiempo y a las caricias arruinadas,
al hurto de sonrisas en tu rostro,
al secuestro de miradas a destiempo.
No hay mar sin vientos,
mañana sin noche,
hoy sin ayer,
placer sin dolor.
En el triste espacio que queda
cuando arrebatan el silencio
a mis palabras difuntas,
en la despoblada avenida
de las prisas sin palomas
en que me críe huérfano
de unos ojos apagados,
náufrago de insensateces,
me hallo
y probablemente ya no sea yo,
nunca fui, ni quise ser,
probablemente me perdí
las risas de las locas,
las fuentes de las orcas,
las bromas de las cabras,
y las bocas cerradas,
entre piernas sin medias,
entre faldas plisadas, agotadas,
entre manos sudadas, anheladas,
me perdí las caricias de las bocas,
los apretones en las esquinas
y las alegrías, de las frescas.
Hazme una barbacoa
con las costillas de mis sueños,
con las risas de mis besos,
con lo que gané por no callar
y lo que perdí por no gritar
Ahora mi sombra ya no da un duro
por mi descuidada sensatez,
me refugio en las costumbres
olvidando que vivir es más que latir.
Gira el tiovivo, gira.