No lloramos

No lloramos las amapolas
que el viento cimbrea canalla,
ni el diente perdido del león
que huye de nuestro aliento
No lloramos la furia de la razón
que nos confunde y alborota
mientras negamos y olvidamos.
Ah, plañideras desconsoladas,
que afectáis sin conocer
la muerte de nuestros impulsos,
las lágrimas de nuestro sentido,
silencio y quebranto, calladas.
No reímos las caricias,
ni jaleamos las sonrisas
que extraviamos entre dudas.
Ronroneamos gritos inciertos
mientras perecemos, ocultos,
sin atendernos, sin vernos.
Lloramos el deseo huído
entre las esporas libadas,
sin preñarnos, sin gozar,
maldecimos pretéritos,
virgenes de nuestras manos,
de nuestros abrazos y besos,
y lloramos, lloramos sin consuelo.