Entre los silencios apenas vago
por instantes arremolinándome
entre una voz y otra.
La tragedia de verme de nuevo
sin saber quién, qué
o siquiera cuándo
e incapaz de nuevo,
de nada.
En el verbo se forma la simiente
agotadora de mi esencia
Perro, ladra de nuevo,
olisquea el verbo de la semilla
que te agota, perro,
salta de nuevo, entre las telas
y las manos, pezuña viva.
Perro, muerde, ladra, salta,
perro, entre tus pulgas y mis osadias, ladra, perro, y
confúndeme pero no me pierdas,
perro ladrador.
Y no es porque ladres,
ni por tus pulgas,
ni por la miseria de tus entrañas
que me vociferan a ratos
y a golpes,
y no es por la ausencia de silencio
en que camuflas mis miedos
o la algarabía de tus quejidos lastimeros.
Es mi ausencia donde noto y siento,
olisqueo las apenas firmes piernas
que me sostienen mientras
a lo lejos me rehuyo impertérrito
de mis propias osadias,
infame can sin puertas ni cielos,
y ladro, ladro tan solo por escucharme,
vivo,
perro vivo que ladras.