No hay temor,
no hay vientos imposibles,
no hay olas sin seno
ni rumbos sin tormenta.
Navega, sin piedad,
desliza la nao en la cresta,
iza tus pocas velas
en pos de un horizonte
lejano pero cierto.
Tus cuadernas no reventarán,
tu quilla resistirá el embate
y el timón temblará,
pero mantendrá el rumbo.
No hay piedad, ni calma,
debes correr el temporal
mientras la espuma
se amontona en tus imbornales
y ahoga tus ya pocas
y olvidadas tretas de marino.
En pos de brisas, en un mar
azotado y a veces vencido
por la adversidad del tiempo.
En un mar en el que te sumerges
de tanto en tanto esperando
sirenas, sus cantos, sus risas
y un amago de tierra firme
que perdone tus culpas,
los errores y los vaivenes
a los que has sometido tu barco.
Tu amigo, el único fiel
que te llevará a puerto
a pesar de ti, a pesar del viento,
canalla y traidor que remueve
el mar que adoras, que sientes,
y que a veces olvidas.
A lo que pudo ser, pero no fue.